viernes, 30 de enero de 2009

Maestros de la supervivencia

Eso lo dejo para otro día; lo de la Cumbre, digo. Después de todo aquél jaleo ahora la rutina reposa en el fondo del vaso. Los días pasan y son las pequeñas cosas las que toman el protagonismo. La ciudad marca su ritmo y me adapto como puedo, a veces a trompicones.

Descubrir una nueva ciudad, empezar a vivir fuera de casa sabiendo que la cosa va para largo, que esto es más que unas vacaciones, que es más que pensar qué puedo cenar hoy, que es más complicado que hacer la compra para un fin de semana cuando de chaval te quedabas solo en casa…

Por eso me acuerdo tanto de vosotros últimamente. Vosotros que me disteis un cursillo avanzado de supervivencia, de independencia, de irresponsabilidad responsable. Aprendí a intentar vivir solo.

Aunque solo, solo; no vives. Ahí reside la gracia de compartir piso, esa artesanía de las relaciones humanas: compartir espacio con gente que no conoces. Hay muchas situaciones en la vida en las que te enfrentas a la proximidad con los desconocidos: codo con codo y a oscuras compartiendo el apoya brazos de la butaca en el cine; con la compañía circunstancial en los baños públicos…

Y ahora con los compañeros de piso a los que hay un primer contacto en el que aún no sabes que te acabarás conociendo. Todo es incertidumbre. ¿Habrá buen rollo? ¿hay turnos de limpieza? ¿Tendré suficiente espacio en el frigo? ¿Estarán flipaos con padre de familia? ¿Tiene collar ese gato que va de puerta en puerta corriendo por el pasillo?

Este piso de la calle Valdivia tiene cosas de aquellos vuestros que conocí. El culo se te hunde en el sofá, el congelador está lleno de los tuper que las respectivas madres preparan para asegurarse de la supervivencia de sus criaturas y no está del todo claro quién es el último al que le tocaba limpiar el lavabo.

A veces entro en casa y siento que estoy entrando en el recuerdo que compartimos, que voy al piso de Ángel a comer o a seguir con algún trabajo, que después nos vamos a vuestro piso para ver con la peña de Batallas 4 un partido de esa selección a la que hemos hecho parecer buena y que gracias a nosotros está donde está (no hay más que ver dónde empezamos y dónde hemos terminado).

Esa cama con la colcha echada por encima para que parezca que la has hecho, esas fritangas, las cenas a base de bollos, el pan bimbo por todos lados... pero aquí no hay consola, ni “el sombras”, ni vecina que estudia todo el día y que rechaza toda invitación gastronómica; no tengo a nadie cerca preparando oposiciones para bombero, de hecho todos tienen un estado físico algo descuidado. Y, sin embargo, siento que me estoy inmiscuyendo en lo que era vuestro; que ahora vosotros volvéis a casa como hijos pródigos que regresan tras el periplo de la universidad y que yo salgo del caparazón con la torpeza del que da sus primeros pedales sin los ruedines de apoyo en la rueda trasera de la bici.

2 comentarios:

  1. Un póster de Casablanca, otro de las Madres de Plaza de Mayo -Línea Fundadora- y poco a poco todo va tomando color. Todos los inicios son duros pero supongo que cuando dentro de un tiempo lo recuerdes tendrás mil y un consejos para gente en tú situación. Por ahora, hay que caminar, sin perder el ritmo y aprendiendo día a día de esa Zamora desconocida.

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  2. Echo de menos tus palabras. Estoy segura de que nos esperan en las esquinas pero, hasta entonces, sólo quería mandarte muchos besos desde una Lisboa soleada

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